“La ciudad de Leonia se rehace a sí misma todos los días”, comienza Italo Calvino al describir la primera de “Las ciudades continuas” (1999, p. 125). Todo es nuevo en esta realidad opulenta que establece la medida de su renovación a partir del desecho, eliminado cada día para dejar espacio a un nuevo estreno que será la basura mañana. Una purga continua que obliga a la ciudad a expandirse por medio de vertederos periféricos llenos de detritos de máxima calidad y excelente resistencia.
Hace algún tiempo leí una frase de John Cage y quise tatuármela en la frente: «Si yo apunto a algo, es a la ausencia de propósito.” (2007, p. 100). ¿Qué aspiración sería más alta que eliminar todo anhelo, todo deseo? Sí, hablamos de felicidad. Aprender a vivir sin lastres y sin deseos, a diferencia de estos “leonienses” adictos al unpacking. Una experiencia acelerada donde la velocidad en la producción conlleva una velocidad de eliminación: olvidar, borrar, dejar, reemplazar. Un eterno empezar casado hasta la muerte con una cadena de finales sucesivos. Un amor por el “desempaquetamiento” que carga a su espalda la lápida de lo estrenado. Todo se trata de terminar rápido para poder empezar de nuevo: “La velocidad, y no la duración, es lo que importa” (Bauman, 2017, p. 17). Hasta comprimir la eternidad en lo que dura una vida. Una vida líquida, como nos advierte Zygmunt Bauman, en la que nuestro destino consiste en “correr con todas las fuerzas para mantenernos en el mismo lugar” (2017, p. 11). Esta sociedad líquida tiene un modo de proceder basado en la “destrucción creativa”, una creación que destruye las formas de vida y consiste en desprenderse, despojar, desmontar o desguazar.
Pero es fundamental no confundir el tiempo con la velocidad. De acuerdo con Paul Virilio, vivimos en un mundo acelerado donde la velocidad prima por encima de la durabilidad (Paoli, 2009). El francés nos habla de un tiempo accidental, que no participa ni del pasado, ni del futuro y que se caracteriza por su velocidad inhabitable. Un tiempo accidental que rompe toda continuidad y supone una aceleración de la historia. Es el tiempo de la instantaneidad, ubicuidad e inmediatez que desafía los limites de lo humano. Para Virilio todo progreso lleva de la mano la catástrofe, el accidente posible. Si todo progreso tiene un reverso, “inventar el tren es inventar el descarrilamiento” (Paoli, 2009).
Con su práctica incesante, Natalia Cardoso García acepta las reglas de este mundo acelerado y lo desafía a diluirse en el proceso y la experiencia. Lejos de aspirar a la permanencia, el trabajo de Cardoso muta sin piedad y amenaza con seguir cambiando eternamente. Acepta la deriva como los situacionistas promovidos por Guy Debord (2008) o los estetas contemporáneos que reciben como el mejor jarabe las ideas de Francesco Careri (2013 y 2016). A la manera de Francis Alÿs (1997), Cardoso ha aprendido que “muchas veces hacer algo no conduce a nada”. Y a pesar de ello, igual que el Sísifo de Camus (2006), sabe mantener una sonrisa ante su labor sin sentido. Incluso podríamos decir que Natalia ha abandonado su piedra y, mientras la contempla cuesta abajo, disfruta de su paseo con el único objetivo de perderse en esta “tierra baldía” y, en el mejor de los casos, desaparecer.
BAUMAN, Zygmunt. (2017). Vida líquida. Barcelona: Austral.
CAGE, John (2007). Para los pájaros. Conversaciones con Daniel Charles. Ciudad de México: Alias.
CALVINO, Italo. (1990). Las ciudades invisibles. Madrid: Siruela.
CAMUS, Albert (2006). El mito de Sísifo. Madrid: Alianza.
CARERI, Francesco (2013). Walkscapes. El andar como práctica estética. Barelona: Gustavo Gili.
CARERI, Francesco (2016). Pasear, detenerse. Barelona: Gustavo Gili.
DEBORD, Guy (2008 [1958]). “Teoría de la deriva.” [Texto aparecido en el # 2 de Internationale Situationniste]. Traducción extraída de Internacional Situacionista, vol. I: La realización del arte. Madrid, Literatura Gris, 1999.
HALLIER, Alexandre (productor) y PAOLI, Stéphane (director). (2009). Paul Virilio: Pensar la velocidad. [Documental]. Francia: La Générale de Production